CC_UIBelleza Proyecto_El Simbolo_2016-02

Nombre del curso: Proyecto Unidad intermedia - Arquitectura y Belleza 
Semestre: 2016-02
Nombre ejercicio: Ejercicio 3. Entrega Final -  El símbolo - Hornos abandonados de Cogua
Nombre estudiante(s): Diana Montenegro - Sofia Machado - Juliana Carmona 
Nombre profesor: Cristina Albornoz - Lucas Oberlander 
La pregunta por el símbolo es la pregunta por el significado de lo bello. Es la pregunta por un significado que no se puede formular de una manera definitiva, que en palabras de Gadamer, es apenas una promesa de algo más. El símbolo habla de la capacidad evocativa de una obra, habla de un hacer presente lo ausente.  El ejercicio consiste en proponer una intervención que sea capaz de recuperar, de evocar, de interpretar, incluso de celebrar aspectos de una realidad que desapareció. Será fundamental encontrar todo tipo de información que de pistas sobre qué pudo haber ocurrido en este lugar. Dar cuenta de lo permanente y efímero de la geografía, el clima, la historia, la cultura, la ruina y el abandono de las tradiciones, son entre otros aspectos las bases que permitirán construir una interpretación de una condición que ya no existe y que sin embargo merece ser conmemorada.
Tomado del programa UI Arquitectura y Belleza 201620.

El primer paso para la realización del proyecto fue la visita a los chircales de Cogua, en donde además de ver algunos viejos y en ruinas, también vimos algunos activos y en producción. Dado que el proyecto consistía en evocar algo que ya no estaba, se hicieron varias propuestas, con las que se pretendía traer al presente y hacer evidente la importancia y la belleza de los chircales y la mampostería en general. Finalmente, luego de varios intentos fallidos se concluyó que la temporalidad de la mampostería era lo que se quería expresar, y por lo tanto se propuso el chircal infinito.
Chircal Infinito 
Y de repente te encuentras caminando entre hornos de ladrillo que emergen imponentes como monolitos que se dirigen al cielo y como vestigio de algo acontecido en esas tierras. Estás en la zona de La Ruidosa, en los chircales de Cundinamarca, más o menos a una hora –al norte– de Bogotá.

Se ven montañas que muestran una dualidad: por un lado están llenas de verde, de la naturaleza que se impone ante las perturbaciones del lugar. Y por otro, están peladas, sin piel, sólo roca, arena y barro. Esa es la presencia del  hombre en el lugar. Los hornos reposan como testigo de los procesos de fabricación de ladrillo que se han dado allí por décadas. Labores que se pasan de familia en familia y que son parte de la historia. Testigos del fuego que ha transformado –modificado– la forma de la materia por siglos: en términos generales, el arquetipo de la arquitectura y de nuestra sociedad.

El hombre vive –sin quererlo, y muchas veces sin saberlo – entre esa dualidad: explotando un recurso finito –que se cree– es infinito. Y precisamente, es esta dualidad la que decidimos tomar como metáfora que evoca la transformación de ese paisaje gracias al proceso de extracción de roca, tierra y arena, para la fabricación de ladrillos. Al fin de cuentas, todo se puede leer y entender en términos del juego entre opuestos, donde no es blanco ni negro, sino que lo importante es mucho más que eso. Opuestos que se complementan, uno no puede existir sin el otro y viceversa.

La metáfora se hace evidente en los hornos donde se cocinan los ladrillos: es una estructura finita, tiene comienzo y fin, se mire por donde se mire. Cualquier persona que se pare en su puerta a observar, es testigo de esta afirmación. Pero, ¿cómo se puede evocar esa finitud tan obvia de manera que no lo sea? Nicolás de Cusa, filósofo renacentista afirmó que:

“… el máximo absoluto es absolutamente en acto todas las cosas que pueden ser, y es tal sin ninguna oposición, coincidiendo el mínimo con el máximo también se encuentra por encima de toda afirmación y negación. Todo aquello que se concibe como siendo, no es más de lo que no es. Empero, lo que es todo, le hace ser de un modo que le hace ser nada. Y es máximamente, aquello que es también mínimamente…el máximo absoluto no sería en acto todos los posibles: por lo tanto, no sería infinito y no sería el límite de todas las cosas sin estar limitado por ninguna de ellas.”

Entonces, la respuesta es precisamente a través del infinito: del opuesto y complemento. Evocamos la finitud a través de la infinitud. Es decir, el espectador es testigo de una experiencia espacial de trampa al ojo, es engañado por una ilusión óptica que le hace ver un infinito donde en realidad no lo hay. Como las campanas de la exposición Void de Anish Kapoor, las cuales –a pesar de que el espectador sabe perfectamente que son finitas porque están colgadas sobre una pared–  logran transmitir una sensación espacial infinita por el tratamiento del material y del color. El infinito se puede abordar desde muchas áreas: el arte, la matemática, la física, etc. Pero en general, siempre estará definido como algo que no se puede medir, y acompañado del finito, su opuesto.

En la parte enterrada del chircal (el suelo), unos anillos de ladrillo fugados en perspectiva a un punto no central generan el falso infinito. Esto se lleva a cabo a través de una anamorfosis inversa, deformando el ladrillo para crear una realidad de dos dimensiones, a partir de una de tres.  Arriba, en la parte superior, se construye una cúpula en ladrillo que hace de techo y que genera la misma ilusión óptica pero en la dirección contraria. En la cúpula, cada ladrillo se pega al otro por gravedad, dando la forma cóncava característica.

En maqueta se construyó el chircal con arcilla y con los infinitos en ambos extremos a partir de una base –molde– de cartón. Posteriormente se horneó para que el cartón se quemara y quedara el chircal como un monolito: como un gran horno compuesto de un sólo elemento. Así es como tratan los chircales cuando necesitan arreglo.

La arquitectura se hace presente en el horno como albergue de la trampa al ojo –el engaño visual– y del tiempo.  Acoge la transformación de la materia y sus paredes son testigo del cambio. Y entonces el espectador se para en las puertas del chircal y mira arriba o abajo, por un momento cree ver un techo y un fondo infinito, entonces se pregunta si verdaderamente está viendo algo real. Se da cuenta de que no puede ser: abajo hay tierra y arriba cielo, nada más. Pero por ese momento sí creyó verlo: el infinito siempre ausente que se hizo presente gracias al finito siempre presente. Ojalá así ocurriera con la materia prima, con la tierra y la roca de la montaña, que algún día se acabarán. Pero al parecer, el hombre aún no es consciente de que esto pueda pasar.
CC_UIBelleza Proyecto_El Simbolo_2016-02
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El ejercicio busca abordar la dimensión simbólica en arquitectura como un acto de evocación.

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